Embarazada de 34 semanas y profundamente dormida, me despertaron los gritos urgentes de mi esposo en plena noche. Su razón destrozó mi mundo y, por la mañana, no tuve más remedio que pedir el divorcio.
Mientras espero la llegada de mi bebé, mi corazón está apesadumbrado. Faltan dos semanas para el parto y me debato entre dar la bienvenida al mundo a mi pequeño paquete de alegría o divorciarme de mi esposo. Me llamo Mary, y ésta es la historia de cómo una fatídica noche lo cambió todo…

Hace cinco años que Daniel y yo nos conocimos, y nuestro matrimonio ha sido perfecto… o eso creía yo.
“Estás haciendo el ridículo, Mary”, me decía mi marido cada vez que me preocupaba un incendio. “Hay una alarma de humo, ¿qué es lo peor que podría pasar?”.
Pero no podía librarme del miedo. Benson Boone Arremete Contra El Público De Coachella Por El Frío Recibimiento De Brian May
“La casa de mi madre se quemó cuando yo tenía 17 años. Perdimos a nuestro perro mascota, Grampa. El olor a humo todavía me persigue, Dan”, le dije una vez a Daniel, pero él se limitó a darme unas palmaditas en la mano y a decirme que no me preocupara.
Recordaba aquella fatídica noche: el olor a humo, el sonido de las sirenas y la sensación de pánico cuando papá, mamá y yo salimos a rastras de debajo del humo.

Nuestros vecinos y el equipo de rescate nos salvaron, pero lo perdimos todo. El trauma aún perdura, y las constantes palabras tranquilizadoras de Daniel no servían para calmar mis temores. Últimamente, lo comprobaba todo dos veces antes de acostarme. Me aseguro de que los enchufes estén apagados, la cocina desenchufada y no haya velas encendidas.