Julia estaba comprobando su antiguo correo electrónico cuando algo inesperado llamó su atención. Un mensaje de hacía tres años, con un nombre de remitente que le produjo un escalofrío. ¿De quién era el mensaje? ¿Y qué decía? Una vida sencilla con mi marido y mis hijos es todo lo que había soñado, pero supongo que el destino quería que tuviera algo mejor. Pero para ello tuve que pasar por un periodo de inmenso dolor.
Dolor que cambió mi perspectiva de la vida y me moldeó hasta convertirme en la mujer que soy hoy. Así pues, esta historia comienza en la época en que trabajaba como becaria de tecnología en una pequeña empresa de la ciudad. Por aquel entonces, era una recién licenciada en busca de oportunidades para aprender nuevas habilidades. Me portaba muy bien mientras trabajaba allí. Llegaba a tiempo, realizaba todas mis tareas lo mejor que podía e intentaba establecer contactos útiles que me ayudaran a ascender en la empresa.
Todo empezó cuando mi jefe me presentó a Lyle durante una de las reuniones de equipo. Había sido contratado hacía un año en el departamento financiero y, según mi jefe, era un activo para la empresa. Lyle era diferente del resto del equipo. Era muy reservado, rara vez participaba en las charlas de la oficina o se reunía con nosotros para comer. Al principio pensé que era tímido o quizás un poco distante. Conocí una faceta distinta de él cuando nos asignaron trabajar en el mismo proyecto.”Hola, Lyle”, le dije un día, armándome de valor para romper el hielo. “Me preguntaba si te gustaría tomar un café algún día. Para hablar del proyecto, claro”.
“Claro, Julia”, dijo, levantando la vista de la pantalla del ordenador. “Estaría bien”. Aquel encuentro para tomar un café se convirtió en pausas regulares para comer, y pronto me di cuenta de que esperaba con impaciencia nuestras conversaciones. Lyle tenía un sentido del humor seco que me pilló desprevenida. Era diferente a todos los demás hombres.Antes de que me diera cuenta, era yo la que flirteaba, soltaba indirectas y finalmente le pedí una cita personal.
“Bueno, Lyle”, empecé. “Hay un restaurante nuevo en el centro. ¿Quieres ir a conocerlo conmigo este viernes? Ya sabes, fuera del horario de trabajo”. “Me encantaría, Julia”, dijo sonriendo. No podía creer que dijera que sí. Aquel día fui la chica más feliz. Las cosas se intensificaron rápidamente después de aquello. Empezamos a salir y pronto conseguí un trabajo en otra empresa. Después de eso, hicimos tiempo para vernos al menos dos veces por semana.Entonces llegó el día que lo cambió todo. Estábamos paseando por el parque cuando Lyle se detuvo de repente y se volvió hacia mí.
“Julia”, me dijo. “He estado pensando mucho en nosotros. Sobre nuestro futuro”. Yo no tenía ni idea hasta que vi que se metía la mano en el bolsillo y sacaba una cajita de terciopelo. “¿Quieres casarte conmigo?”, me preguntó mirándome directamente a los ojos. Me quedé alucinada. Pensé que estaba soñando.