La vida de la agente inmobiliaria Mila no iba mal. El trabajo iba mejor que nunca y ganaba suficiente dinero para permitirse la vida con la que siempre había soñado. Pero sentía que su esposo se estaba alejando, volviéndose distante y frío. Todo se vino abajo cuando la amante de él la llamó para alquilar un apartamento. Mila estaba sentada a la mesa de la cocina, preparando cuidadosamente el desayuno para ella y su marido, Richard.

El olor a café recién hecho llenaba la acogedora cocina, y el chisporroteo de los huevos cociéndose en la sartén añadía calidez a la mañana. Deslizó la tortilla en un plato, añadiendo unas tostadas al lado, con la esperanza de que la rutina familiar despertara una conexión entre ellos. Mientras ponía el plato delante de Richard, intentó entablar una conversación ligera. “¿Alguna idea sobre nuestros planes para el fin de semana? Podríamos visitar la nueva galería de arte del centro, o ir al cine. ¿Qué te parece?”. Su voz era suave, intentando salvar la creciente distancia que los separaba.

Richard apenas levantó la cabeza del teléfono y respondió con un gruñido distraído. “Ya veremos”, murmuró, con los ojos pegados a la pantalla. Mila sintió una punzada de decepción, pero la ocultó tras una sonrisa paciente. Últimamente se había convertido en su rutina: ella intentaba comprometerse y él siempre parecía estar en otra parte.

Mientras se servía otra taza de café, el teléfono de Richard volvió a encenderse. Los ojos de Mila, atraídos por el movimiento, vislumbraron el nombre “Carol” parpadeando en la pantalla, junto con la foto de una mujer que no reconoció. Su corazón dio un pequeño vuelco, pero se recompuso rápidamente.”¿Quién es Carol?”, preguntó, con un tono despreocupado, pero con el estómago lleno de sospechas. Richard no pareció inmutarse. Apenas levantó la vista y respondió: “Es una compañera de trabajo. Tenemos una reunión este fin de semana fuera de la ciudad. Estaré fuera hasta el lunes”.

Su voz era plana, como si la conversación no tuviera más importancia que hablar del tiempo. Mila se obligó a sonreír, aunque sentía una opresión en el pecho.”Ya veo. Que tengas un buen viaje”, dijo, dándole un ligero beso en la mejilla mientras él tomaba las llaves y se dirigía a la puerta. “Nos vemos el lunes”, dijo él. Cuando la puerta se cerró tras él, Mila se quedó un momento en la silenciosa cocina, el calor del desayuno parecía desvanecerse.

Miró por la ventana, viendo salir el automóvil de Richard de la entrada. Un malestar creciente se instaló en su pecho, royéndola por dentro.Aquel viaje de negocios era diferente, había algo que no le gustaba, algo más que otro fin de semana fuera. Sacudiéndose el malestar, Mila se centró en su agenda del día. Tenía una reunión con una posible clienta, una mujer que quería alquilar un apartamento de lujo para el fin de semana. Mila siempre se había dedicado a su trabajo como agente inmobiliaria, y hoy no sería diferente. Por mucho que le pesara la desconfianza, necesitaba

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