La persona más longeva del mundo, que vivió hasta los 117 años, compartió algo que comía todos los días y que la ayudó a vivir tanto tiempo.

Vivir más de 100 es una hazaña que solo unos pocos logran, y llegar a los 117 te coloca en una liga propia. María Branyas Morera, quien una vez fue reconocida como la persona viva más longeva del mundo, falleció a la edad de 117 años y 168 días. Su longevidad no solo despertó el interés mundial, sino que también compartió lo que ella creía que contribuyó a su excepcional esperanza de vida. Entre los numerosos factores de estilo de vida, un alimento en particular se destacó en su rutina diaria: el yogur. María Branyas Morera nació en Estados Unidos, pero pasó gran parte de su vida en España. Su longevidad la convirtió en testigo viviente de algunos de los eventos más significativos de la historia moderna, incluidas las dos Guerras Mundiales, la Guerra Civil Española, la pandemia de gripe española y la pandemia de COVID-19. Fue madre, abuela y bisabuela, y sobrevivió a su hijo mayor, August, quien falleció a los 86 años.

Si bien muchos especulan sobre el secreto de una vida tan larga, la propia María lo atribuyó a una combinación de factores. En 2022, compartió sus reflexiones en redes sociales: “Creo que la longevidad también se trata de suerte. Suerte y buena genética”. Pero la suerte no era el único factor. María creía que su alimentación, su bienestar emocional y la conexión con sus seres queridos eran cruciales. Enfatizó la importancia de una buena nutrición, el contacto con la naturaleza, la estabilidad emocional y mantenerse alejado de las personas tóxicas.

De todos los alimentos de su dieta, el yogur ocupaba un lugar especial. En una época donde la gente busca superalimentos y dietas milagrosas, María nos recordó los beneficios de un alimento básico: el yogur. Atribuyó a este “alimento para toda la vida” sus efectos positivos en el cuerpo y su potencial para prolongar la vida. Según María, el yogur había sido su “maná celestial” durante 20 años, describiéndolo como un alimento natural, sabroso y cremoso que encarnaba la dignidad, la autoestima y la confianza. Su amor por el yogur no se limitaba a una preferencia personal. Mencionó un estudio búlgaro que sugería que el consumo regular de yogur podía prolongar la vida, e incluso lo relacionó con la tradición persa, donde se decía que la longevidad de Abraham se debía a su consumo regular de yogur.

Si bien la creencia de María en el papel del yogur en su longevidad es intrigante, existe mayor respaldo científico cuando analizamos las tendencias globales de longevidad. En las regiones conocidas como Zonas Azules (áreas donde las personas viven vidas excepcionalmente largas, como Okinawa (Japón), Cerdeña (Italia) y Nicoya (Costa Rica), la dieta juega un papel crucial.² El yogur, rico en probióticos y bacterias beneficiosas, podría ser un componente clave de una dieta que promueva la longevidad. Dan Buettner, experto en Zonas Azules, identificó varios hábitos innegociables que comparten los centenarios en estas regiones. Estos incluyen dietas basadas en plantas, movimiento natural, reducción del estrés y pertenencia social. Si bien no todos estos individuos longevos consumen yogur específicamente, los alimentos fermentados y una dieta rica en probióticos son básicos comunes en muchas dietas de las Zonas Azules.

Si bien es tentador tomar al pie de la letra los consejos de estilo de vida de los centenarios, algunos expertos advierten que no lo hagan. El biogerontólogo Richard Faragher señala que los centenarios a menudo están genéticamente dotados de rasgos que promueven la longevidad, lo que hace que sus consejos sean menos aplicables a la persona promedio. Faragher advierte contra el sesgo de supervivencia, afirmando que el hecho de que ciertas personas hayan vivido una larga vida con hábitos específicos no significa que estos hayan sido la causa de su longevidad. Sin embargo, esto no resta importancia al enfoque vital de María. Mantener la conexión con sus seres queridos, mantener una actitud positiva y consumir alimentos nutritivos, como el yogur, son hábitos que concuerdan con investigaciones más amplias sobre salud y longevidad.

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