Los infieles Marianne y Daniel han hecho todo lo posible por ocultar su aventura ilícita a Elise, la mejor amiga de Marianne y esposa de Daniel. Pero cuando Elise descubre su traición, su castigo es rápido y definitivo. En un acogedor almuerzo en un hermoso restaurante, Marianne y Daniel compartieron un toque secreto bajo la mesa. Su intimidad oculta era emocionante pero peligrosa, porque Elise, la esposa de Daniel y la mejor amiga de Marianne, se reía de sus bromas, completamente ajena a la traición.
“Tienes mucha suerte de tener a Daniel, amiga mía”, le dijo Marianne a Elise, con palabras suaves e insinuantes. No estaba orgullosa de sus actos, pero era difícil resistirse a la excitación. Aun así, Daniel y ella debían tener cuidado.”Por supuesto”, asintió Elise, y su atención se desvió brevemente hacia el camarero. Cuando su amiga se distrajo, Marianne retiró el pie y le susurró a Daniel: “Tenemos que tener más cuidado”.Él se limitó a asentir y se distrajo con su teléfono, que zumbaba constantemente. Al cabo de unos minutos, se excusó, permitiendo que Elise hiciera lo que quería desde el principio.
Se inclinó hacia Marianne y le agarró la mano con fuerza. “Creo que Daniel podría estar saliendo con otra”, susurró con incertidumbre y angustia en los ojos.Marianne empezó a sudar y tuvo que tragar saliva rápidamente mientras ofrecía argumentos absurdos, sugiriendo que el estrés podría ser la causa. Sin embargo, Elise estaba desesperada por saber la verdad y le pidió que flirteara con Daniel para poner a prueba su fidelidad.
Marianne accedió a regañadientes, atrapada entre la alegría de que aquella petición le ofreciera la oportunidad de pasar más tiempo con su amante y su sentimiento de vergüenza. Cuando Daniel regresó, su sonrisa era tensa y sus ojos evitaban la mirada inquisitiva de Elise.Retomaron una conversación incómoda, pero su almuerzo terminó bruscamente cuando sonó el teléfono de Elise con noticias urgentes. “Es mi madre. No se encuentra bien y me necesita. Tengo que ir a verla”. Se levantó, con las manos temblorosas.
“Por supuesto, ve. Lo entendemos”, dijo Daniel en voz baja mientras observaba a su esposa recoger sus cosas. Cuando Elise se marchó, Marianne sonrió tímidamente. “Vaya, qué oportuno”, dijo, y toda la culpa pareció desvanecerse cuando se quedaron los dos solos. Pero Daniel negó con la cabeza. “Quizá deberíamos calmar las cosas. Podría estar tras nosotros”. Marianne desechó su preocupación con un gesto de la mano. “Sospecha algo, pero no de nosotros. Incluso me pidió que te sedujera para poner a prueba tu lealtad. Imagínatelo”. Sus risitas llenaron el restaurante.Él frunció el ceño. “Esto no tiene gracia. Se está volviendo arriesgado”.
Ignorando su preocupación, ella se inclinó hacia él y su voz se volvió suave y seductora. “Elise se ha ido y estamos aquí solos. Disfrutemos del momento”. A regañadientes, Daniel accedió, atrapado en los ojos de ella. “¿Hasta dónde llevamos esto?”, preguntó, tragando saliva.