Cuando el marido de Pam insiste en que duerman en habitaciones separadas, ella se siente herida y confusa. A medida que pasan las noches, unos extraños ruidos procedentes de la habitación de él despiertan sus sospechas. ¿Está ocultando algo? Una noche, la curiosidad la vence y se dirige a su puerta, preparándose para descubrir la verdad que se oculta tras los ruidos.
Vi cómo James vaciaba su mesita de noche, y mi corazón se hundía con cada objeto que colocaba en la pequeña cesta de mimbre.
Hace cinco años, un accidente de Automóvil me dejó paralizada de cintura para abajo. James había sido mi roca desde entonces. Ahora, mientras recogía sus cosas, no podía evitar sentir que mi mundo volvía a derrumbarse.

“Seguiré estando aquí si me necesitas, Pam”, dijo, con voz suave pero firme. “Esto no cambia eso”.
“Solo que ya no estarás en la misma habitación”, murmuré.
James asintió. “Como he dicho, solo necesito un poco más de libertad mientras duermo”.
Asentí, sin confiar en mí misma para hablar. ¿Cómo iba a decirle que aquello lo cambiaba todo? ¿Que la idea de dormir sola en esta cama tan grande me aterrorizaba?

Las semanas que siguieron fueron un torbellino de dudas interminables. Me quedaba despierta, mirando al techo, preguntándome si James se arrepentiría de haberse quedado conmigo después del accidente. ¿Era yo una carga demasiado pesada? ¿Habría llegado por fin a su punto de ruptura?
Luego llegaron los ruidos nocturnos.