Después de que el esposo de Margaret falleciera, ella quería finalmente abrir la cafetería con la que siempre había soñado. Sabía que necesitaba ayuda, así que contrató a un joven para que trabajara con ella. Gracias a él, descubrió un gran secreto que su esposo había guardado durante 20 años. Después de que el esposo de Margaret falleciera demasiado pronto, ella decidió seguir su sueño de abrir una cafetería. Era algo que ambos querían hacer, pero nunca tuvieron la oportunidad de hacerlo realidad juntos. Margaret ahorró todo su dinero para abrir una cafetería, ¡y hoy fue el gran día en que la abrió por primera vez! 

El sol brillaba y el delicioso aroma de pasteles calientes llenaba el aire. Se sintió feliz y un poco asustada al abrir las puertas. Un vecino le había sugerido que consiguiera a alguien que la ayudara, pero Margaret realmente creía que podía hacerlo todo sola. Recordó los momentos difíciles cuando su esposo estaba enfermo y cómo lo cuidó. Pensó: “He enfrentado cosas aún más difíciles antes”, y quería demostrarse a sí misma que también podía manejar esto. La gran inauguración de la cafetería tuvo más visitantes de los que Margaret pensó que vendrían. La campana sobre la puerta no dejaba de sonar mientras mucha gente entraba, emocionada por ver la nueva cafetería de la ciudad. Margaret se sentía muy ocupada y estresada. Corría de un lado a otro, tratando de recordar lo que todos querían comer y beber.

 Pero como tenía tanta prisa, se olvidaba constantemente de lo que pedían las personas y confundía las cosas. Entonces, una persona pidió un capuchino pero le dieron un café con leche, y otra persona quería un croissant de chocolate, pero le dieron un muffin de arándanos. Algunas personas se fueron de la tienda sintiéndose infelices y dijeron cosas como: “No puede hacer todo sola” y “Esta tienda no estará abierta por mucho tiempo”. Al día siguiente, aunque se sentía triste, Margaret estaba decidida a conseguir ayuda. Decidió buscar a alguien que trabajara con ella, así que hizo un anuncio de trabajo y pasó la mañana hablando con personas que querían ayudarla.

 Una persona que quería el trabajo habló mucho, a otra persona no pareció importarle y una tercera persona ni siquiera dijo su nombre. Margaret decidió no elegir a ninguno de ellos y comenzó a sentirse triste por eso. Por la tarde, justo antes de cerrar, entró un joven. Tenía un rostro amable y una actitud tranquila. “Hola, soy Andrew”, se presentó, sonriendo cálidamente. “Vi su anuncio y me preguntaba si todavía estaban buscando a alguien”. Margaret suspiró, sintiéndose cansada e insegura. “Sí, pero he tenido un día largo. No estoy segura…”

 Un cliente entró y parecía confundido sobre qué comprar. Andrew se acercó a hablar con él y lo ayudó a elegir algunas bebidas y pasteles. El cliente parecía feliz y estuvo de acuerdo con lo que dijo Andrew. Decidió pedir un café con leche y un trozo de pastel de zanahoria. Margaret estaba sorprendida de lo bien que Andrew le habló.

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