El hijo de Lisa, Mike, no paraba de hablar de su nueva amiga, Sophie. Todos los días era Sophie esto, Sophie lo otro. Curiosa y esperanzada por conectar, Lisa accedió finalmente a conocer a la madre de Sophie. Pero cuando abrió la puerta, el mundo de Lisa se vino abajo: era alguien de su pasado. Lisa condujo despacio mientras se acercaba al instituto, mirando por el retrovisor a Mike, que miraba por la ventanilla. El silencio entre ellos era pesado, cargado con el peso de todo lo que habían pasado. La ciudad, con sus calles desconocidas y sus caras desconocidas, seguía pareciéndole extraña a Lisa.

Esperaba que el nuevo comienzo les ayudara a recuperarse, pero le preocupaba Mike. Desde la muerte de su padre, parecía más callado y retraído. ¿Sería capaz de hacer nuevos amigos? ¿Se sentiría cómodo en aquel nuevo lugar? Cuando Mike salió del automóvil, ella gritó: “¡Que tengas un buen día, cariño! Sé valiente!” Cuando lo recogió aquel mismo día, tenía los ojos brillantes y prácticamente saltó hacia el coche. “¡Mamá! ¡He hecho una nueva amiga! Se llama Sophie”.

Lisa sonrió, aliviada. Quizá, después de todo, la mudanza les viniera bien. A partir de entonces, Sophie se convirtió en un tema de conversación habitual. Mike rebuscó en su mochila y sacó un papel arrugado. “¡Toma! Sophie vive con su madre. Me ha dado su número”, dijo, entregándoselo.

“Gracias, Mike. Le enviaré un mensaje esta noche”, dijo Lisa, guardándose el papel. En casa, Lisa se sentó en el sofá y sacó el teléfono. Tecleó el número que le había dado Mike y empezó a enviar mensajes. “Hola, soy Lisa, la madre de Mike. Me ha dicho que Sophie le ha invitado mañana. ¿Te parece bien?” La respuesta llegó casi de inmediato.

“¡Quizá una botella de vino, para que las mamás no nos aburramos demasiado!”. Lisa se rió del mensaje. Parecía que la madre de Sophie tenía sentido del humor. Se lo pensó un segundo y contestó: “¡Me parece bien! Hasta mañana”. Luego colgó el teléfono, sintiéndose un poco más tranquila. Lisa sonrió, sintiendo una pequeña esperanza. Quizá ésta fuera su oportunidad de hacer una nueva amiga. Mike había dicho que la madre de Sophie también estaba criando sola a su hija.

Lisa pensó: Quizá nos entendamos. Las dos estamos haciendo esto solas. La idea de tener a alguien con quien hablar, alguien que comprendiera sus luchas, la hizo sentirse un poco más tranquila. Al día siguiente, Lisa y Mike fueron a casa de Sophie. Lisa sostenía una botella de vino en una mano y le dedicó a Mike una pequeña sonrisa. Mike llamó a la puerta, rebotando de emoción. Cuando la puerta se abrió, Sophie estaba allí. “¡Sophie!” gritó Mike, con la cara iluminada.

“¡Mike!” chilló Sophie, cogiéndole de la mano. Los dos chicos entraron corriendo y riendo. Lisa se quedó en la puerta, esperando. Un momento después, la puerta se abrió más y salió la madre de Sophie. A Lisa se le paró el corazón. Delante de ella estaba Alice. La Alice de su escuela secundaria, la que fue su peor enemiga.

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