José quería dejarse crecer el pelo, pero sus compañeros de clase empezaron a burlarse de él por ello. Incluso uno de sus profesores se sumó a las bromas. Entonces, un día, el padre de José se enteró de lo que estaba pasando e hizo algo sorprendente. El señor Contreras se burló de José el primer día de clases. Le preguntó: “¿Qué haces con esa cola de caballo? ¿Eres una niña?”. Todos en la clase se rieron y José se sintió muy avergonzado y bajó la mirada. José sabía que necesitaba dejarse crecer el pelo por razones importantes que no quería compartir. Ni siquiera el profesor más malo podía hacerle cambiar de opinión. Empezó a dejarse crecer el pelo el año pasado, pero nadie se dio cuenta porque habían empezado las vacaciones de verano.
Ahora que había vuelto a empezar la escuela, todo el mundo vio lo largo que se había vuelto su pelo desde que se lo recogió en una cola de caballo. Lamentablemente, las burlas no cesaron y los demás chicos de la clase seguían burlándose de él todos los días. El pequeño de ocho años llegaba a casa llorando todos los días, pero no les contaba a sus padres lo que estaba pasando. Se dieron cuenta de que estaba molesto, pero no sabían por qué, y pronto comenzó a esconder sus lágrimas en el baño. La maestra de arte, la Sra. Barrios, era bastante nueva en la escuela, y un día encontró a José llorando después de que todos se habían ido de la escuela para el recreo. Le preguntó con dulzura: “José, ¿qué pasa? ¿Por qué tienes el pelo largo?”. Finalmente sintió la necesidad de contárselo a alguien, y cuando terminó, la gentil maestra lo abrazó con fuerza.
“Tienes un corazón hermoso. Nunca dejes que nadie más cambie eso, ¿de acuerdo?”, le dijo alentadoramente. “Pero hasta el Sr. Contreras se burla de mí. No es justo”, murmuró José. Gracias a su amabilidad, sus lágrimas finalmente se detuvieron. “Algunas personas siempre abusarán de mí, incluso cuando crezcan. Intentaré hablar con él”, respondió la Sra. Barrios, dándole una palmadita en el hombro. “No le digas por qué. No merece saber nada. Esto es asunto mío”, exigió José, mirando a la maestra con una expresión seria. “Por supuesto, esto será entre tú y yo, pero lo que estás haciendo no es nada de lo que avergonzarte”, aseguró la Sra.
Barrios “Aun así, no quiero que se enteren”, insistió el niño y ella asintió con una leve sonrisa. La Sra. Barrios habló con los maestros sobre lo que estaba sucediendo, pero no a todos les gustaba el peinado de José. Algunos maestros creían que los padres de José deberían haberle cortado el pelo. “Si le permiten dejarse crecer el pelo a los ocho años, será un acosador en la escuela secundaria”, se quejó su maestra de matemáticas, la Sra. Figueroa. “Los niños, especialmente los varones, necesitan disciplina a esta edad”. La Sra. Barrios estaba confundida y no sabía qué hacer. Era nueva en la escuela y el Sr. Contreras era el maestro al que todos admiraban. Además, no podía explicar por qué Joseph pidió ayuda.